Las CANÓNIGAS REGULARES LATERANENSES
El origen de las Canónigas Regulares Lateranenses se remonta a los tiempos patrísticos; entre las vírgenes, que consagradas públicamente por el Obispo, se entregaban totalmente al Señor en la continencia y en el servicio a la Iglesia primitiva.
Los Padres de la Iglesia, y especialmente San Agustín, han promovido la vida común de estas mujeres consagradas a Dios, que los han confortado en la Vida Apostólica. Las hermanas viven todas unidas “con un solo corazón y una sola alma”, testimoniando un amor eclesial poniéndose al servicio del ministerio sacerdotal.
En el Medioevo, a ejemplo de los Canónigos Regulares, adoptaron la Regla de San Agustín.
Las Canónigas son contemplativas. Su jornada tipo está marcada por los tiempos de oración, tan necesarios para el alma que busca a Dios. Sin embargo, la vida litúrgica es la que tiene el principal lugar en la vida de una Canóniga, ya que la liturgia no es sino la prolongación de las funciones sacerdotales de Cristo, a quien están consagradas.
Otra característica de las Canónigas regulares es la vida fraterna. Comparten de modo radical los bienes materiales y espirituales, comparten los talentos de espíritu y de corazón, la fe, la esperanza, el amor, el tiempo, el entusiasmo,…
Las Canónigas están fuertemente vinculadas a las Iglesias diocesanas. Con su constante oración ayudan al Obispo y a sus sacerdotes a cumplir su ministerio. Llevan en su corazón todas las intenciones de la Iglesia, del Papa y del Obispo de la diócesis donde viven.
Hoy, en el mundo entero, hay 17 monasterios de Canónigas Regulares Lateranenses (9 en España, 3 en Italia, 4 en Filipinas y 1 en Polonia) infunden en la Iglesia esta vida canonical, con la oración contemplativa y el apostolado, testimoniando así el amor recibido de Jesús.
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